Reflexión de P. Claudio Varas, Encargado formación Espiritualidad de la Preciosa Sangre.

En los relatos de las Sagradas Escrituras leemos como el Señor toma en sus manos la copa y la comparte en la última cena con sus hermanos. Acá somos testigos de este acto de dar vida por medio de su Preciosa Sangre y de cómo se sella la alianza de amor con el Padre. Esta copa o cáliz va a significar recibirla para beber primero nosotros/as y desde allí ser portadores del amor de Dios y de dar vida en nuestro caminar cotidiano.

Este vaso sagrado es abierto, no tiene tapa, es para quienes con el corazón dispuesto y la fe en lo que esto conlleva, quieren recibirlo y beber de él. En nuestra Espiritualidad el signo del cáliz va a estar siempre presente como quien porta la Sangre Preciosa de Cristo. Si decimos que la copa o cáliz contiene la Sangre de Cristo, nosotros/as al recibirla y ser parte de esta Espiritualidad, también nos transformamos en cálices vivientes.

Nuestra reflexión podría ser ¿Quién tiene tal dignidad para significar ser portadores de la Sangre Redentora? Nuestra condición humana nos enfrenta con el pecado, es verdad, sin embargo, el amor de Dios por medio de su Hijo amado nos redime, nos llena de gracia y nos da la confianza para ser portadores de vida y de la Buena Nueva.

Miremos nuestra vida, nuestro actuar con los demás, nuestro camino de fe, nuestra relación con el Padre, y preguntémonos ¿Qué tan hermoso y bello esta mi cáliz? ¿Quizás esta resplandeciente, quizás no lo está tanto? Desde nuestra gracia y pecado, está nuestra tarea de cada día, ir transformándonos en un mejor cáliz, más bello, más relucientes, más humano y siempre abierto para que otros/as beban de él.

Reconozcamos el amor de Dios, solo así nuestro cáliz, nuestra vida brillara para ser felices y compartir este sentimiento tan divino con los demás. Hoy día estamos llamados/as a ser portadores de vida, llevar ese mensaje esperanzador que, en la cruz, la vida venció a la muerte, y que ese cáliz que recoge la Preciosa Sangre es compartido con todos/as para la misión de ir construyendo un mundo mejor y más fraterno.

ALABEMOS Y DEMOS GRACIAS A JÉSUS
QUE NOS HA REDIMIDO CON SU SANGRE