El 8 de diciembre celebramos la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, fiesta tan arraigada en nuestra Iglesia chilena, tan arraigada en la fe de este pueblo que camina a su lado. Así termina el mes de María, mes de oración y cercanía a nuestra Madre por medio del rezo del rosario, cantos, plegarias, instancia de pedir y agradecer.

Un pequeño extracto del evangelio de LA ANUNCIACIÓN nos deja esta frase con la cual quisiera compartir esta reflexión: “Yo soy la servidora del Señor”. Solo cabe imaginar lo que sintió María con la visita del ángel. Cómo lo vivió, sentimientos, preguntas, dudas, gozo, miedo, alegría, en fin, una infinidad de imágenes que tienen que haber quedado en su retina, en su recuerdo, en su corazón.

Luego del mensaje de Dios a María, ella señala que está a su servicio, y este estar a su servicio la transforma en protagonista de la historia de la salvación.

Si esta respuesta categórica de María la lleváramos a nuestras propias vidas ¿Qué significaría ser servidores del Señor? ¿Qué significa para ti, ser servidor/a del Señor?

Claro, algunos dirán que esa pregunta es solo para María, y esa respuesta es solo de María. Sin embargo, la vida cristiana implica ser servidores del Señor. La pregunta es ¿Ser servidor/a a la manera de Cristo y María o a mi propia manera?

El Señor aprendió de su madre en el servicio, seguro que la admiraba en pequeños gestos de servicio y humildad. Entonces ser servidores a la manera de Cristo, es ser servidores a la manera de María.

El servicio implica creer y amar lo que se transmite, lo que se realiza, por lo que se sacrifica, acciones y sentimientos en pos del otro. No significa creernos santos y santas para ser servidores del Señor, y tampoco podemos escudarnos en estas excusas. Podríamos decir que una deficiencia del cristiano es decir “que lo haga otro/a, no soy digno/a., no me siento preparado/a”

Dios nos quiere siempre dispuestos a ser sus servidores/as con nuestra gracia y pecado. Una de las cualidades que siempre admiramos de María es su HUMILDAD. Esto la llevó a ser participe en esta historia de amor y entrega total de su Hijo.

La Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, es testimonio de esa humildad de su Madre. Es acá donde debemos aprender de ella, el servicio humilde y desinteresado nos lleva a configurarnos con María, nos lleva a contemplarla como Jesús de pequeño sin duda lo hacía. La humildad de María, en reconocerse fragil la hace grande, esta misma humildad debemos pedir a Dios hacerla nuestra.

La Espiritualidad de la Preciosa Sangre siempre nos va a llamar a ser servidores/as, nos invita a vivirla en nuestro caminar, nos llama a dejarnos formar por Dios para dar una respuesta concreta y con fe “Señor, hazme tu servidor, Señor hazme tu servidora”.

Por P. Claudio Varas, Encargado formación Espiritualidad de la Preciosa Sangre.