“El Bautismo constituye el nacimiento a la vida nueva en Cristo. Según la voluntad del Señor, es necesario para la salvación, como lo es la Iglesia misma, a la que introduce el Bautismo”. Esta es la definición del Catecismo de nuestra Iglesia Católica en lo que refiere al sacramento del bautismo.

Nuestra madre Fundadora en un día como hoy pasa a pertenecer a la Iglesia y a Cristo por medio de su bautismo. Ayer la recordábamos en su nacimiento, hoy día su bautismo la va a llenar de la Gracia de Dios para seguirlo en su vida.

Señala el evangelio de Lucas que cuando Jesús es bautizado por Juan, se manifiesta el Espíritu Santo, y del cielo vino una voz: “Tú eres mi Hijo, hoy te he dado a la vida”. Al ser bautizados esa misma voz nos dice tu eres mi hijo, mi hija amada. Sin duda nuestra Fundadora hizo eco de esta voz y la transmitió en su vida, en sus actos, en su amor al Señor y a su Preciosa Sangre.

El renacer a la vida en Cristo es ir transformándonos en ser como Él. Esto no es mágico, es un aprender, es un dejar formarnos, es un descubrirse siempre necesitado por Él. Siguiendo las huellas del Señor, madre María Magdalena nos enseña el camino. Al acompañarla en su caminar podemos descubrir que el sentirse amada por Dios, le da fe y fuerza en su vida y vocación.

Esto nunca quiere decir que el caminar tras las huellas del Señor va a ser fácil. Algunos y algunas dicen “parece que seguir al Señor es más difícil” No es que sea más difícil, es simplemente seguir sus huellas en las cuales descubrimos otras huellas a su lado que le ayudaron a cargar su cruz camino al calvario. Madre María Magdalena siguiendo las huellas del Señor va a descubrir que esa voz que baja del cielo se hizo patente en la vida de Jesús. Si, …somos sus hijos/as amados/as.

Al contemplarlo en la cruz esta afirmación se concreta, se sufre y se goza en su Preciosa Sangre. Ojalá siempre en la vida cristiana el sacramento del bautismo se tome con la seriedad y compromiso en ir creciendo y acompañando en la fe.

Para ello necesitamos de otros, nuestros padres, padrinos, madrinas, familiares y amigos. Somos todos llamados a acompañar a nuestros seres queridos a seguir creciendo en la fe, por medio de hechos y actos concretos que nos lleven a que los bautizados descubran en nosotros/as la misma presencia de Dios.

¿Somos realmente conscientes de acompañar a los demás en la fe? No podemos colocar las típicas escusas que somos pecadores/as y que esto lo hagan otros/as. La vida de nuestra Hermana fue justamente esto, que, desde su vida, desde sus aciertos y errores nunca dejo de proclamar esa voz del cielo “somos amados y amadas por Dios”.

La espiritualidad de la Preciosa Sangre nos viene a testimoniar que ese amor se plasma en el madero santo, signo de nuestra Espiritualidad.

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