En este día de celebración del Día de la Madre, desde nuestra Espiritualidad de la Preciosa Sangre, extendemos un cálido saludo a todas y cada una de ustedes. A aquellas que recibirán muestras de cariño, a las que pasarán este día en soledad, y también a aquellas que ya han partido para reunirse con el buen Padre Dios. Desde la figura de María como Madre, nos refugiamos en su amor, que es para todos y todas, y en su compañía, siempre presente en nuestras vidas.

El pasaje del Evangelio donde María visita a su prima Isabel nos recuerda que es Dios mismo quien nos pide abrir las puertas de nuestros hogares. Es su Madre quien nos visita, trayendo consigo la alegría de la nueva vida. María se convierte así en portadora de nuestra Espiritualidad, extendiendo su influencia a todos los rincones.

Cada uno de nosotros tiene su propia historia, su propio vínculo con nuestras madres. Aunque atravesamos momentos difíciles, siempre es importante agradecer a esas mujeres que dijeron sí a la vida, tal como lo hizo María en su momento. Reconocemos también el sacrificio de aquellas mujeres que, aunque no sean madres biológicas, han dedicado sus vidas a la crianza de otros.

Nuestra Espiritualidad nos llama a reconocer el sacrificio de tantas mujeres que, a veces, incluso sacrifican su propia alimentación por el bienestar de sus hijos. Son ellas quienes se esfuerzan por brindar educación y felicidad a sus hijos, a menudo asumiendo la responsabilidad de criarlos solas.

La vida de María, a veces idealizada, fue en realidad llena de desafíos. ¿Cómo soportaría una madre la crucifixión de su hijo? María comprende profundamente a todas ustedes, mamás. Ella escucha, llega a sus hogares para saludarlas y alentarlas. Es nuestra buena Madre quien desea que le presentemos a nuestros hijos e hijas, y es a ella a quien pedimos que les enseñe a ser madres.

La maternidad es una labor de toda la vida, una tarea que nunca se domina por completo. Para algunas mamás, sus hijos siempre serán niños, y nadie puede discutir la profundidad de sus sentimientos ni cómo viven su ser de madre. Lo mismo sucede con María: ella nos mira con los ojos de una madre, con amor incondicional, y en esa mirada encontramos la presencia de Dios, la esencia de nuestra Espiritualidad de la Preciosa Sangre.

Feliz Día de la Madre.