Este día es de gran gozo para nuestra congregación, es de orar y contemplar el amor de Dios con su pueblo que peregrina llevando su Palabra. En este año Jubilar estamos invitados a gozarnos del amor del Padre, estamos llamados a vivirlo de tal manera que demos testimonio de la amistad del Señor desde nuestra vida y con los demás.
Hemos compartido desde el ser peregrinos de la esperanza en la Sangre de Cristo de manera alegre y humilde para alcanzar el perdón y la reconciliación en nuestra vida desde nuestra Espiritualidad. Es la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo que nos salva, nos libera de la esclavitud del pecado para gozarnos de la libertad de los hijos de Dios.
Este año es especial, desde nuestra Espiritualidad de la Preciosa Sangre es una oportunidad para dar testimonio del amor de Dios, para recordar que este año Jubilar es un regalo de Dios. Como peregrinos de esperanza estamos invitados a ser agentes de transformación social, ser en el mundo testigos de la misericordia de Dios, reconocer valientemente que creemos en la gracia de la Sangre Preciosa de Nuestro Señor Jesucristo que transforma los corazones, que nos llena de gozo y es alimento espiritual para la Iglesia que peregrina en el mundo.
Somos templo del Espíritu Santo, y como templo seamos esperanza en la Sangre de Cristo. Desde nuestra pequeñez, desde nuestro pecado, desde nuestra imperfección atrevámonos a ser agentes de esperanza y amor. El Señor en su misión llamó a los que Él quiso, y hoy día nos llama a ser discípulos peregrinos.
El discípulo nunca camina solo, siempre camina con la gracia y la fuerza del Espíritu Santo, camina con la bendición de la Madre que con un beso lo despide al salir, camina bajo la mirada del Señor misericordioso, camina al lado de los demás que comparten la misión.
Hagamos de nuestra vida un peregrinar en medio de nuestro quehacer. Asumamos la invitación de nuestra Iglesia en ser agente de esperanza y de manera valiente atrevámonos a ser luz en las oscuridades de nuestra sociedad, de nuestras familias, del quehacer cotidiano con los demás. Seamos esa luz y esa sal de la que un día el Señor nos habló, peregrinemos desde la alegría y el gozo para transformar el caminar de la Iglesia en la promesa del Reino de Dios.
Vivamos desde nuestra Espiritualidad el amor plasmado en el madero santo que nos convoca a ser testigos del mismo amor que el Padre tiene por nosotros, seamos “Peregrinos en el amor de Dios”.