En este día en que oramos por el descanso eterno de nuestra fundadora, Madre María Magdalena Guerrero Larraín, contemplamos su vida, vocación y obra.
En los pensamientos de Madre Magdalena reconocemos una sincera y cercana amistad con el Señor, una mirada llena de gozo al contemplarlo en la cruz. En su pensamiento N.º 2 nos dejó escrito:
“Aumentaré mi oración y doblaré mis propósitos a Nuestro Señor de no ofenderlo jamás, ni con la más ligera imperfección. ¡Oh Jesús mío!, afirma mi voluntad para seguir el camino que lleva a Ti, y que no me desvíe jamás de él.”
Desde la intimidad de nuestra vida sabemos cómo es nuestra relación con Dios, cuál es nuestro grado de confianza y cercanía con Él. Los pensamientos de Madre Magdalena reflejan su alma agradecida, su corazón enamorado de Cristo y su deseo de no apartarse nunca de su amor.
Su vida y obra manifestaban este cariño al Señor y se dejaban empapar por la espiritualidad de la Preciosa Sangre, que fue conociendo y abrazando con fuerza. Su testimonio marcó el camino para que otras mujeres, en la vida consagrada, siguieran su legado y reconocieran en ella a una discípula de la Sangre de Cristo.
Esta es también la misión de la Iglesia: dejarnos enamorar por Cristo y salir a enamorar a otros con su Palabra y con su amor. La experiencia de Madre Magdalena nos invita a preguntarnos: ¿cómo podemos hoy enamorarnos de Cristo? ¿Es este un llamado solo para algunos, o una invitación para todos los creyentes?
Ella siempre tuvo la certeza de que el mundo necesita de Dios. Desde su propia experiencia, descubrió que la espiritualidad de la Preciosa Sangre era una catequesis abierta: mostrar el amor de Dios, la entrega generosa de Cristo y una fuente de alimento para nuestra fe.
En un mundo acelerado, que corre muchas veces sin rumbo, se nos recuerda la importancia de regalar tiempo a Dios. Muchas veces decimos: “no me alcanza el tiempo”. Pero es necesario detenernos, darnos un espacio para orar, para contemplar, para dejarnos transformar por el Señor. Así nuestra vida, con luces y sombras, se convierte en testimonio para que otros quieran también conocer a Dios, como lo hizo nuestra fundadora: una mujer enamorada del Señor, que enamoró a otros desde la fe y el amor al servicio.