Vivimos un tiempo profundamente significativo para la vida cristiana. Celebramos el misterio de la Navidad, el don de la vida que irrumpe en la historia en el nacimiento de un Niño que transforma el rumbo de la humanidad. Nuestras calles y hogares se llenan de signos, colores y luces, como expresión de la espera de aquello extraordinario que acontece en Belén.
El Evangelio según san Mateo nos relata que unos magos venidos de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando:
«¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». Este relato, escuchado desde la infancia, va modelando nuestra fe y nos conduce a reconocer en ese Niño la presencia misma de Dios que sale a nuestro encuentro.
En este Año Jubilar, marcado por el llamado a ser Peregrinos de Esperanza, la figura de los Reyes Magos cobra un sentido especial. Ellos emprendieron un camino, guiados por una estrella, en busca de un Niño que venía a renovar la historia. También nosotros somos invitados a caminar hacia Belén.
No todos llegamos del mismo modo. Algunos avanzan con alegría y confianza; otros lo hacen entre cansancio, dificultades o incertidumbre. Sin embargo, lo esencial es no detener el paso, seguir caminando siempre al encuentro del Señor. Peregrinar en la vida implica aprender a confiar, a ponernos en manos de Dios y a reconocer que no caminamos solos.
La fe se vive en comunidad. Necesitamos de los otros para seguir la estrella, como lo hicieron los Magos. Así vamos siendo Iglesia en medio del mundo, una Iglesia que camina, acompaña y sostiene. Esta experiencia comienza en la familia, primera escuela de vida y de fe, llamada a ser una verdadera Iglesia doméstica que avanza hacia Belén con sus luces y sombras, con lo que ya da fruto y con aquello que aún debe crecer.
Al llegar al pesebre, descubrimos el gozo de caminar juntos. Allí nos espera la Sagrada Familia, que nos bendice y nos invita a vivir siempre con esperanza y alegría el encuentro con el Señor. Abramos el corazón para que el Niño Dios nazca en medio de nosotros y en nuestros hogares, y dejémonos visitar por Dios en la humildad de un pesebre.
Que esta Navidad renueve nuestra fe y fortalezca nuestro caminar.
Feliz Navidad, y que el Niño Dios bendiga su peregrinar.