Hoy, al celebrar la liturgia en honor a Santa María Magdalena, recordamos también el onomástico de nuestra Madre Fundadora, María Magdalena Guerrero. Recordar a quienes dieron origen a nuestra vida religiosa nos invita a mirar, desde la fe, cómo podemos imitar su ejemplo para colaborar en la misión evangelizadora y responder al llamado a la santidad. Esta es una invitación universal; no hay excusa que nos deje fuera del deseo infinito de Dios.

Madre María Magdalena Guerrero vivió su vocación como un peregrinaje constante, sostenida por la esperanza en el amor y la misericordia de Dios, manifestados en la Sangre Preciosa de su Hijo derramada en la cruz. Su vida nos enseña que vivir la esperanza no es solo predicar con palabras piadosas, sino actuar concretamente por el bien de los demás y por la misión de la Iglesia.

Desde su experiencia, supo escuchar el clamor de la Sangre de Cristo en los enfermos y necesitados, y llevó la espiritualidad de la Preciosa Sangre como un signo de amor y esperanza, mostrando que desde la cruz brota la certeza del encuentro definitivo con Dios.

En este año jubilar, se nos invita a reconocer los diversos caminos que nos conducen al Señor, peregrinando con la confianza de que nunca estamos solos. Es un tiempo para redescubrir que el mayor anhelo del Padre es que vivamos felices a su lado.

Nuestra Madre Fundadora se puso confiadamente en las manos de Dios para vivir su vocación como peregrina de esperanza. Ese es su gran legado: un caminar sencillo, desde la pequeñez y la fragilidad humana, que se hizo grande en la fe y encendió en otras hermanas religiosas el deseo de continuar su camino evangelizador.

Hoy, más que nunca, se nos presenta el desafío de salir al encuentro del mundo como peregrinos de esperanza, llevando el amor de Dios a quien lo necesita. Desde nuestra espiritualidad, Madre María Magdalena valoró y atesoró la entrega del Señor para darnos vida. Ese sigue siendo un mensaje vigente para nuestra sociedad: cuidar y valorar la vida propia y la ajena, respetar al otro en su pensar, hacer y actuar.

Sigamos caminando junto a Madre María Magdalena en este peregrinar. Aprendamos de su vida y obra a escuchar el clamor de la Sangre en nuestras calles y ciudades.

Madre María Magdalena, acompáñanos en nuestro caminar como peregrinos de esperanza.