Cada 24 de agosto recordamos la Pascua de nuestra fundadora, Madre María Magdalena Guerrero Larraín, quien con su vida y obra dejó a la Iglesia y a la Congregación Preciosa Sangre un legado de fe, servicio y esperanza.

Este triduo es un camino espiritual que nos invita a contemplar su testimonio desde tres dimensiones fundamentales:

  • Mujer templo de Dios y testimonio del amor a la Sangre de Cristo.
  • Mujer peregrina en el amor a la Sangre de Cristo.
  • Mujer portadora de esperanza.

En cada reflexión, reconocemos cómo Madre Magdalena, en su sencillez y fidelidad, supo mirar a Cristo crucificado y hacer de su entrega un signo de vida para la Iglesia y la sociedad.

Hoy, al recorrer este triduo, se nos invita a dejarnos interpelar por su ejemplo, para que también nosotros podamos vivir como templos vivos, peregrinos de fe y portadores de esperanza en nuestro tiempo.